…Y ahí, en medio de una tarde de septiembre en la ciudad de Arusha me enamoré de este país.
(leer Conociendo el norte de Tanzania, parte 1)
Día 3 – Parque Nacional de Tarangire
Amanecimos en Arusha y nos pusimos rumbo al parque nacional de Tarangire. Este parque es conocido por acoger a numerosas familias de elefantes (posiblemente el parque con la mayor densidad de elefantes del mundo) y bosques de baobas que hacen que este paisaje desértico, a veces incluso desolador, merezca la pena.
Tras unas cuatro horas de carretera, a las puertas del parque nos recibió una familia de monos velvet correteando sobre las ramas de los árboles que marcaban el perímetro del parking. Mapunda, nuestro guía, nos indicó que debíamos cerrar las ventanas para evitar que estos simpáticos monos se colaran en él y robaran objetos personales. Los monos se acercaban a los coches buscabando cualquier oportunidad para colarse en ellos.
Tras haber estirado las piernas un poco y fotografiado a estos simpatícos monos, regresó nuestro guía que ya había pagado la entrada del parque y accedimos a Tarangire. Tras haber visitado las verdes colinas del Monte Meru, en nuestro safari por Arusha N.P., el paisaje de este parque nos resultaba desértico. Bañado por árboles y arbustos completamente secos, la mayor parte de los mamíferos se encontraban a la sombra de estos árboles, intentando bajar unos grados la temperatura del ambiente.
Pronto nos cruzamos con una familia de elefantes, la primera del viaje, y el paisaje dejó de parecernos tan árido y duro, para pasar a un segundo plano. El elefante africano de sabana es el mamífero terrestre más grande que existe, pudiendo pesar los machos hasta 6.000kg y medir hasta 3m de altura. Su voluminoso cuerpo, su enorme trompa y sus arrugas le hacen un ser completamente fascinante a los ojos de cualquier mortal. Aquí en Tarangire disfrutamos de numerosas familias que buscaban hojas que llevarse a la boca en árboles que se encontraban a escasos metros de nosotros. Mapunda nos enseñó que siempre hay que permanecer atentos a sus movimientos y comportamiento para no sobrepasar lo que ellos consideran distancia de seguridad, ya que si eso sucede, lo mejor es dejar de agobiarles y quitarse de en medio.
Además de ver elefantes, disfrutamos de otros muchos mamíferos (como fueron cebras, ñues, diferentes antílopes, y un largo etc), así como de numerosas aves (ave martillo, estornino soberbio, alcaudón coroniblanco, …) y hasta reptiles, como una pitón africana sobre las ramas de un árbol. También observamos numerosos baobas que, aunque enormes, en esta zona no son tan esbeltos como los que existen en la isla de Madagascar. Aún así, me parecieron una preciosidad y le otorgan al paisaje un carisma especial.
Para la comida, paramos en un merendero habilitado donde había mesas, baños y hasta puestos para comprar café. Ubicado en una zona con vistas al río Tarangire, que le da nombre a este Parque Nacional, es una zona muy agradable donde comer. Aquí de nuevo nos encontramos con el acoso de los monos roba-cosas, pero también con aves ladronzuelas de comida, así que aunque el lugar era agradable, no podías bajar la guardia si no querías que tu comida acabara en el estómago equivocado.
Al caer el atardecer nos pusimos rumbo a nuestro alojamiento ubicado a orillas del lago Manyara y que resultó ser un lugar muy especial.













Nuestro lodge para la noche del tercer y cuarto día estaba ubicado a orillas del lago Manyara. A pesar de estar fuera del parque nacional, la zona estaba llena de cebras y monos que paseaban alrededor de las tiendas que conformaban las habitaciones. Era la primera vez que dormiámos en un paraje como aquel, conviviendo codo con codo con la fauna del lugar y nos resultó maravilloso. En este tipo de lodge al caer la tarde no puedes moverte libremente, siempre tienes que avisar al personal del mismo cuando quieres salir de tu habitación para que te acompañen a la zona de comedor, por ejemplo.
Día 4 – Parque Nacional Lago Manyara
En nuestro cuarto día de safari visitamos el Parque Nacional del lago Manyara. Se trata de uno de los parques más pequeños de Tanzania (apenas unos 300km2), sin embargo alberga en su interior hasta 11 ecosistemas diferentes, pasando de bosques de hoja perennes hasta sabana y, por supuesto, el lago que le da nombre.
Tras cruzar el acceso al parque entras de lleno en un bosque completamente verde, denso, poblado de aves y flores, con olores que difícilmente puedes encontrar en los parques más secos del país. El gran muro del Gran Valle del Rift delimita el parque en uno de sus bordes. Aunque el parque puede verse en apenas unas horas y no dispone quizás de la diversidad de fauna de otros parques del circuito norte, a nosotros nos cautivó.
En nuestro safari por el lago Manyara pudimos disfrutar de algunas familias de elefantes, avistamos hipotótamos en la lejanía, aves por doquier, facóqueros (pumbas) y hasta leones. De hecho nuestro primer encuentro con este felino fue precisamente aquí. Íbamos en busca de la zona de merendero para comer cuando nos cruzamos con dos leones (una hembra y un joven macho) descansando en uno de los caminos por los que pasan los coches.
A escasos centímetros de nosotros descansaba la leona que miraba sin entusiasmo al coche que tenía justo en frente. Su respiración era cansada y fuerte y luchaba contra el calor agotador del mediodía. Tenerla de repente en frente me dejó helada. Me asusté, tengo que admitirlo. Aunque te digan que no pasa nada, estar frente a un animal de aquellas caraterísticas tan cercano a ti sobrecoge, y mucho. Pero pronto calmé mi pulso y me puse a disfrutar del momento. Entreabrí un poco la ventanilla, que llevaba cerrada por culpa del polvo del camino, y empecé a hacer fotos a aquella preciosidad. Ella estaba calmada, lo cual me tranquilizaba, hasta que el coche de delante hizó un movimiento que a ella no parecío gustarle y rugió, frunciendo el hocico y mostrando su imponente dentadura. Me quedé sin aliento. Pronto se relamió el hocico y bostezó. El enfado había pasado. Y con él, nosotros decidimos que era momento de retomar nuestra marcha y dejarla seguir descansando a la sombra del camino.
En este parque disfrutamos también de numerosas familias de babuinos. Cuando digo numerosas, me refiero a grupos compuestos por decenas de babuinos de diferentes tamaños y edades. Pudimos vivir momentos realmente especiales entre algunas madres y sus crías, como el momento de amamantar o madres portándo a sus cachorros en sus lomos de un lado a otro. Imágenes realmente enternecedoras que te hacen reflexionar sobre la naturaleza de estos mamíferos y la nuestra propia.












Terminaba así nuestro cuarto día de safari-aventura en este increíble país que es Tanzania. Sólo llevábamos cuatro días y yo aún estaba en una nube, sin creer todo lo que estábamos viendo y sin ser consciente de que este sólo era el principio del viaje.