Para mí, África ha sido uno de esos lugares con los que soñaba conocer desde pequeña. Como nos sucede a la mayoría de los amantes de la naturaleza, los documentales sobre elefantes y leones han formado parte de nuestra infancia y al final eso deja mella… Por suerte para mí, ha sido un sueño que pude cumplir el pasado mes de septiembre de este año 2022, con mi primer viaje a Tanzania.
Sin embargo, la fecha inicial del viaje era junio de 2020. Evidentemente, la pandemia del coronavirus paró nuestros planes y nos hizo posponerlo en reiteradas ocasiones. Casi tres años pasaron desde que compramos nuestra guía de Tanzania hasta que por fin pusimos nuestros pies sobre sus hermosas tierras. Qué merecida espera.
Antes de entrar en materia, me gustaría indicar que para este viaje hemos contratado los servicios de la agencia local Safari Bike Africa (https://safaribikeafrica.com/en/). Esta empresa, fundada hace unos años por Pepe Segovia, madrileño asentado en Arusha, cuenta con numerosos guías, entre ellos quien fue nuestro guía durante el viaje, Mapunda. Nuestra experiencia tanto con la agencia como con el guía ha sido muy satisfactoria. La ruta ha estado muy bien planificada, los hoteles de buena calidad y el precio ajustado a nuestras posibilidades. Gracias a Mapunda hemos podido ver los cinco grandes, el cruce de ñus desde Tanzania hacia Kenia en una época en las que las posibilidades de verlo son remotas (finales de septiembre), y además nos ha explicado muchísimas cosas de interés sobre la fauna, ¡y todo en español!
Este viaje lo hice con mi pareja, mi gran compañero de viajes. En general, nos gusta viajar por libre, sin más acompañantes que nosotros mismos. De hecho, en su momento nos llegamos a plantear viajar por libre a Tanzania, pero tan pronto empezamos a indagar un poco, nos dimos cuenta de que esa opción no era viable. Y bien que hicimos, os lo podemos asegurar. Así que decidimos tomar por el camino de en medio y hacer el viaje con una agencia pero viajando solos con un guía y con una ruta 100% personalizada.
Os dejo aquí los detalles de la ruta, qué actividades tuvimos cada día y dónde nos alojamos:
Día | Experiencia | Hotel |
---|---|---|
Día 1 | Llegada a Kilimanjaro. Experiencia maasai, con un paseo a pie por las tierras del poblado, donde nos enseñaron las diferentes plantas que se encuentran en la zona y cómo la tradición masai las aprovecha | Osiligilai Maasai Lodge |
Día 2 | Safari & Walking Safari Arusha National Park | Boulevard Inn Mount Meru |
Día 3 | Safari Tarangire National Park | Africa Safari Lake Manyara |
Día 4 | Safari Lake Manyara National Park | Africa Safari Lake Manyara |
Día 5 | Safari Serengeti National Park zona este | Kon Tiki Serengeti Luxury Camp |
Día 6 | Safari Serengeti Norte – Río Mara | Kenzan Mara Camp |
Día 7 | Safari Serengeti central y zona este | Kon Tiki Serengeti Luxury Camp |
Día 8 | Safari zona conservación del Cráter del Ngorongoro | Hhando Coffee Lodge |
Día 9 | Safari Bici Lake Manyara + Visita a escuela orfanato Monyoni + Comida Mama Africa. Llegada a Moshi | Honey Badger Lodge |
Día 10 | Ruta a pie por las faldas del Kilimanjaro (desde Marangu Gate hasta Horombo Hut, total de 8km de distancia y unos 1.000m de desnivel). Vuelo de Kilimanjaro Airport hasta Zanzíbar. | Spice Palace Hotel |
Días del 11 al 14 | Isla de Zanzíbar, conociendo Stone Town y realizando el Safari Blue. Nuestro alojamiento estaba en la playa de Jambiani. | Mwezi Eco Boutique Resort |
Os dejamos también un pequeño mapa de Google Maps para que puedas hacerte una mejor idea de nuestra ruta por el norte de Tanzania.

Por otro lado, quiero indicar que mi idea al escribir sobre nuestro viaje a Tanzania no es crear una guía como tal, para eso ya existen numerosas web y bloggeros que hacen un trabajo increíble de recopilación de información y se lo curran a tope para crear recomendaciones. Yo, por mi parte, escribo aquí porque me gusta compartir mis experiencias, me gusta transmitir aquello que he vivido y tanto he disfrutado por si pudiera servir de inspiración viajera o ayudar a seguir soñando con el próximo destino.
Nuestra experiencia
Día 1 – La llegada
Aterrizamos en el aeropuerto de Nariobi, en Kenia, un domingo con las primeras luces del día tras más de 12 horas de vuelo (viajamos vía Doha). A pesar del cansancio acumulado, nos olvidamos del dolor de cuello y las penurias del avión tan pronto como vimos el siguiente «avión» que teníamos que tomar para llegar a nuestro destino final. Un avión de hélice, sacado de una película de los años 50 sería nuestro medio de transporte durante los últimos 30 minutos de viaje. Aunque no parecía muy alentador, se nos quitaron todos los miedos en cuanto el avión alzó el vuelo y empezamos a divisar desde una altura relativamente baja las tierras keniatas y tanzaníes, viendo cómo el monte Kilimanjaro estaba cada vez más cerca. Sin duda un espectáculo que se queda en la retina.
Cuando salimos del aeropuerto del Kilimanjaro nos encontramos con nuestro guía Mapunda y el que sería nuestro medio de transporte los siguiente diez días, un Toyota Land Cruiser con el techo elevable para poder realizar avistamientos desde las alturas. También nos encontramos con los primeros pájaros del lugar que desde luego ya nos avisaban de lo bien que lo íbamos a pasar: cuervos de cuello blanco merodeaban la zona.
Tras hacer una parada para tomar un café pusimos camino a nuestro primer destino. Tras unos cuantos kilómetros por caminos secundarios llenos de baches, pequeños poblados que se desarrollaban en las inmediaciones de las carreteras principales, y numerosos grupos de ganado guiados por masais, llegamos al que sería nuestro alojamiento para la primera noche: un lodge gestionado por una familia masai, donde no faltaba ninguna comodidad.
Varios varones de la familia masai nos dieron la bienvenida al lodge y nos compañaron a nuestra habitación, la cual sigue la estética y la forma de construcción de las viviendas tradicionales, aunque adaptada a las necesidades de los muzngus: luz corriente y agua caliente (provenientes de placas fotovoltaicas) y un baño completo, rodeado de un entorno totalmente único: a un lado el Kilimanjaro y en el lado opuesto, el monte Meru, el segundo monte más alto de Tanzania.
Aquél día lo dedicamos para descansar y dusfrutar del lugar. Hicimos una pequeña ruta a pie por las tierras de la familia masai, y nos explicaron el uso que hacen de las plantas del lugar, cómo gestionan las tierras y el ganado y las tradiciones de esta tribu ancestral.




Día 2 – Arusha NP
Nuestro primer despertar en Tanzania fue a una hora lo suficientemente temprana como para que la luna aún dominara las tierras. Tras vestirnos y dejar las maletas listas, desayunamos en nuestro Lodge. Era nuestro primer desayuno en el continente africano y no teníamos claro cómo funcionaba aquello. Lo primero que nos trajeron fue un plato repleto de fruta y zumo de mango y café. Como no estábamos seguros de si habría más comida, acabamos con la fruta rápidamente, hasta que nuestra camarera nos preguntó cómo queríamos los huevos para el desayuno (tortilla, huevos revueltos, huevo duro…). Tras servirnos un plato con huevos revueltos y un pan súper rico, llegaron unos crepes dulces con miel que estaban deliciosos. Y yo que casi me había saciado solo con la fruta!!
Tras acabar con el estupendo desayuno nos pusimos en camino hacia el primer parque de nuestro viaje: el Parque Nacional de Arusha. Este parque se desarrolla en las tierras del Monte Meru y presenta una superficie de apenas unos 552km2. Tras haber pasado por carreteras endiabladas llenas de polvo, llegamos a las puertas del que para mi ha sido uno de los lugares más bonitos de Tanzania.
A los pocos metros de cruzar la barrera que lo delimita, nos sorprendió una señora jirafa rumiando a escasos metros del camino. Nos miró como la indiferencia que uno mira a los transeúntes que pasan por delante de un ultramarinos. Tras un rato forografiando a este bello ejemplar, Mapunda puso camino al Centro de Visitantes para poder pagar el acceso al parque y comenzar así la visita de forma oficial.
La mañana estaba lluviosa, con una sútil neblina que creaba una atmósfera misteriosa y, hasta cierto punto, sobrecogedora. Nos adentramos así en un paisaje cada vez más verde, más boscoso y más espeso que contrastaba completamente con el lugar seco y próximo al desierto donde nos habíamos alojado el día anterior. Numerosos grupos de babuinos se cruzaron en el camino y los grupos de cebras huían a nuestro paso.
Paseando por sus tierras, llegamos hasta las zonas de los lagos Momella donde pudimos avistar flamencos y otras aves acuáticas. Tras el safari en coche, volvimos a la oficina central del parque donde un ranger armado nos dio la bienvenida. Comenzaba así nuestro safari a pie por las faldas del Monte Meru.
El paseo duró unas dos horas y fue a través de un camino sencillo, cruzando un pequeño arroyo y caminando por zonas llanas con una vista preciosa del monte. Rodeados de búfalos negros que dormitaban a escasos 100m de nosotros, y jirafas que comían a menos de 10m de distancia nuestra, puedo decir que ha sido una de las experiencias más bonitas de todo el viaje.
Esa sensación de vulnerabilidad ante una naturaleza y una fauna completamente desconocida, el ser consciente de lo pequeño que es el ser humano en comparación con estos mamíferos, mamíferos que te permiten ser partícipes de su vida, obervarles, pero sólo hasta donde ellos quieran. Ellos marcan el límite y debes respetarles.
Pronto llegamos a un punto donde la montaña que nos rodeaba se abría en un corte e invitaba a caminar hacia su interior, para encontrarte pronto con su secreto: la cascada Napuru. Un pequeño salto de agua que, si bien no es caudaloso, tiene esa magia y poder de atracción que tiene todo salto de agua.










Tras este primer contacto con los parques y la fauna de Tanzania pusimos rumbo a nuestro hotel de aquella noche, el cual estaba situado en una zona alta de la ciudad de Arusha con vistas al Monte Meru. Arusha es la ciudad más importante de la zona norte de Tanzania y cuenta con una población de algo más de 400mil habitantes.
Una de las cosas que más me impactó de este país es el caos constante que se vive en sus carreteras, da igual que estés en medio de la ciudad o en una pequeña población, el caos de tu alrededor se apodera de ti y te lleva por delante.
Pero esta sensación se multiplica por diez cuando se trata de Arusha. Una gran avenida atraviesa la ciudad y conecta sus diferentes zonas, confluyendo en ella numerosas calles maltrechas, que desembocan en la marabunta sin previo aviso.
Edificios modernos, de acero y cristal, mastodónticos y fríos contrastan con las humildes construcciones de una sola planta con rejas pero sin ventanas, y techos de uralita con las que conviven y se funden en callejones sin salida.
Gente trabajadora se desplaza de una zona a otra en motos, furgonetas hechas autobuses y tuktuks que, a pesar de estar pensados para dos pasajeros pueden acoger hasta seis personas en su interior mientras los maletines salen por los ventanucos.
Las prisas y el estrés parecen quedar a la sombra en este caos divino y demencial. Mujeres con sus ropas coloridas portando niños y bolsas, niñas corriendo tras un balón vestidas de uniforme, jóvenes que descansan y contemplan la vida tumbados en el asiento de su moto. Calles abarrotadas de vida. Perros que saludan con sus hocicos a cualquiera que les muestre un pequeño gesto de cariño, todos de una misma raza, por cierto. Tiendas donde apenas se muestras unos pocos productos y está atendida por varios dependientes que miran sus móviles mientras hablan sin parar. Puestos de frutas y verduras dan color a unas calles donde los árboles son del color de la capa de arena que los cubre. Risas, gritos, llantos se funden con el tráfico y la humanidad de esta ciudad.
Y ahí, en medio de una tarde de septiembre en la ciudad de Arusha me enamoré de este país.
…Continuará…
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